“No sé si lograremos este mundo sin pobres, porque el pecado existe siempre y nos lleva al egoísmo. Pero debemos luchar, siempre, siempre”.
Fuente: Radio Vaticana
(RV).- “Todos tienen derecho al trabajo, al techo y a la tierra”, lo afirmó el Papa Francisco al periódico holandés “Straatnieuws”, el diario de las personas sin techo. En la entrevista realizada el pasado 27 de octubre, por los Redactores de este medio, en la Casa de Santa Marta, el Pontífice resaltó la misión primordial de la Iglesia de anunciar la Buena Notica a los pobres.
La nota de prensa inicia con la pregunta sobre la calle donde el Papa creció.
¿Qué imágenes tiene de esta calle y de su infancia?
“Yo desde cuando tenía un año hasta el momento que ingresé al Seminario, he vivido en la misma calle. Era un barrio sencillo de Buenos Aires, todas casa bajas. Había una plazuela, donde nosotros jugábamos futbol. Recuerdo que escapaba de casa para ir a jugar al futbol con los muchachos después de la escuela. Además, mi papá trabajaba en una fábrica que se encontraba a cien metros. Era contador. Y mis abuelos vivían a cincuenta metros. Todo a pocos pasos, uno del otro. También recuerdo los nombres de la gente, cuando era sacerdote fui a celebrar los sacramentos, la unción a muchos que me llamaban e iba porque los quería a ellos. Estos son los recuerdos que tengo”.
¿Usted jugaba también al futbol?
“Si”
¿Jugaba bien?
“No. En Buenos Aires a aquellos que jugaban el futbol como yo, los llamábamos ‘pata dura’. Que quiere decir tener dos pies izquierdos. Pero jugaba, era el guardameta muchas veces”.
¿Cómo nació su compromiso personal por los pobres?
“Si, recuerdo tantas cosas. Me impresionaba mucho una señora que venía a casa tres veces por semana para ayudar a mi madre. Por ejemplo, ayudaba en la lavandería. Ella tenía dos hijos. Eran italianos, sicilianos y habían vivido la guerra, eran muy pobres, pero muy buenos. Y de esta abuela he tenido siempre su recuerdo. Su pobreza me impresionaba. Nosotros no eramos ricos, nosotros llegábamos a fin de mes normalmente, pero no más. No teníamos un coche, no íbamos de vacaciones u otras cosas. Pero a ella le hacía falta tantas veces las cosas necesarias. Nosotros teníamos un poco y mi madre le daba algunas cosas. Luego ella regresó a Italia, y después a Argentina. La encontré cuando era Arzobispo de Buenos Aires, tenía 90 años. Y la he acompañado hasta su muerte a 93 años. Un día ella me dio una medalla del Sagrado Corazón de Jesús que llevo conmigo aún hoy. Esta medalla – que es también un recuerdo – me ha hecho tanto bien. Así pienso en ella cada día y cuanto ha sufrido por la pobreza. Y pienso a todos los demás que han sufrido. La llevo y rezo”.
¿Cuál es el mensaje de la Iglesia para los sin techo? ¿Qué significa la solidaridad cristiana para ellos en la práctica?
“Pienso en dos cosas. Jesús no vino al mundo bajo un techo y se hizo pobre. La Iglesia quiere abrazar a todos y decir que tener un techo sobre uno mismo es un derecho. Los movimientos populares trabajan con tres ‘t’ (en español) trabajo, techo, y tierra. La Iglesia predica que toda persona tiene derecho a estas tres t”.
Usted pide muy a menudo atención para los pobres y los refugiados. ¿No tiene miedo de generar así una forma de cansancio en los medios de comunicación y en la sociedad en general?
“Todos estamos tentados – cuando se vuelve siempre a hablar de un tema que no es agradable, porque no es bonito hablar de ello – de decir: ‘Acabemos de una vez; este tema nos ha cansado’. Si, siento que hay cansancio, pero no me da miedo. Tengo que seguir hablando de la verdad y decir las cosas como son”.
¿Es su deber?
“Si, es mi deber. Lo siento dentro de mí. No es un mandamiento, sino como personas todos debemos hacerlo”.
¿No tiene miedo de que su defensa de la solidaridad y de la ayuda a los que no tienen techo y a los pobres pueda ser explotada políticamente? ¿Cómo debe hablar la Iglesia para ser influyente y permanecer al mismo tiempo fuera del espectro político?
“Hay caminos que conducen a errores en ese punto. Me gustaría hacer hincapié en dos tentaciones. La Iglesia debe hablar con la verdad y también con el testimonio: el testimonio de la pobreza. Si un creyente habla de la pobreza o de los sin techo y vive como un faraón, no está nada bien. Esta es la primera tentación.
La segunda tentación es la de hacer acuerdos con los gobiernos. Se pueden hacer acuerdos, pero deben ser acuerdos claros, acuerdos transparentes. Por ejemplo, nosotros administramos este edificio, pero todas las cuentas están controladas, para evitar la corrupción. Porque siempre existe la tentación de la corrupción en la vida pública. Tanto política como religiosa…. Una vez le pregunté a un ministro argentino, un hombre honesto, uno que dejó el cargo porque no estaba de acuerdo con algunas cosas un poco oscuras. Le dije: Cuando enviáis ayuda, sea comida, ropa o dinero para los pobres y los necesitados.. ¿Cuánto les llega, tanto en efectivo como en otras cosas? Y me respondió: El 35 por ciento. Esto significa que el 65 por ciento se pierde. Es la corrupción: un pedazo para mí, otro pedazo para mí”.
¿Usted cree que hasta ahora en su Pontificado ha podido obtener un cambio mental, por ejemplo en la política?
“No sabría qué cosa decir. No lo sé. Sé que algunos han dicho que soy comunista. Pero es una categoría un poco anticuada. Tal vez hoy se usan otras palabras para decir esto…”
Marxista, socialista…
“Han dicho todo esto”.
Los sin techo tienen problemas económicos, pero cultivan la propia libertad. El Papa no tiene ninguna necesidad material, pero es considerado por algunos como un prisionero en el Vaticano. ¿No siente nunca el deseo de meterse en la piel de un sin techo?
“Me acuerdo del libro de Mark Twain ‘El Príncipe y el pobre’. Cuando uno puede comer todos los días, tiene ropa, tiene una cama para dormir, tiene un escritorio para trabajar y no le falta nada. Tiene también amigos. Pero este príncipe de Mark Twain vive en una jaula de oro”.
¿Se siente libre aquí en el Vaticano?
“Dos días después de ser elegido Papa fui, como se dice de manera oficial, a tomar posesión del apartamento papal en el Palacio Apostólico. No es un apartamento lujoso. Pero es largo, es grande… Después de haber visto este apartamento me pareció un embudo del revés, es decir, grande pero con una puerta pequeña. Esto significa estar asilado. Yo pensé: ‘no puedo vivir aquí simplemente por motivos mentales. Me haría mal’. Al inicio parecía una cosa extraña, pero pedí quedarme aquí, en Santa Marta. Y esto me hace bien porque me siento libre. Almuerzo en el comedor donde comen todos. Y cuando llego antes como con los empleados. Encuentro gente, la saludo y esto hace que la jaula de oro no sea tanto una jaula. Pero me falta la calle”.
Santo Padre, Marc quiere invitarle a ir a comer una pizza con nosotros. ¿Qué piensa?
“Me gustaría, pero no lograremos hacerlo. Porque en el momento en que salga de aquí vendrá la gente a mí. Cuando fui a cambiar los cristales de mis gafas a la ciudad eran las siete de la tarde. No hay mucha gente en la calle. Me han llevado al óptico y he salido del carro y allí había una mujer que me ha visto y ha gritado: ‘¡Aquí está el Papa!’ Y después yo estaba dentro y fuera toda la gente…”
¿Le falta el contacto con la gente?
“No me falta porque la gente viene aquí. Cada miércoles voy a la Plaza para la Audiencia General, alguna vez voy a alguna parroquia: estoy en contacto con la gente. Por ejemplo ayer (26 de octubre) han venido más de 50.000 gitanos al Aula Pablo VI”.
Se ve que usted disfruta de este recorrido por la Plaza durante la Audiencia General…
“Es verdad. Sí, es verdad”.
Su homónimo San Francisco eligió la pobreza radical y vendió también su evangeliario. En cuanto Papa y Obispo de Roma, ¿se siente alguna vez bajo presión por vender los tesoros de la Iglesia?
“Esta es una pregunta fácil. No son los tesoros de la Iglesia, sino que son los tesoros de la humanidad. Por ejemplo, si yo mañana digo que La Piedad de Miguel Ángel sea subastada no se podría hacer porque no es propiedad de la Iglesia. Está en una iglesia, pero es de la humanidad. Esto vale para todos los tesoros de la Iglesia. Pero hemos comenzado a vender los regalos y otras cosas que me dan. Y los beneficios de las ventas van a Mons. Krajewski, que es mi limosnero. Y después está la lotería. Estaban los carros que han sido todos vendidos o dados a través de una lotería y lo recaudado se ha usado para los pobres. Hay cosas que se pueden vender y estas se venden”.
¿Se da cuenta de que la riqueza de la Iglesia puede crear este tipo de expectativas?
“Sí, si hacemos un catálogo de bienes de la Iglesia se piensa: ‘la Iglesia es muy rica’. Pero cuando se firmó el Concordato con Italia en 1929 sobre la ‘Questione Romana’ (el asunto romano), el gobierno italiano de aquel tiempo ofreció a la Iglesia un gran parque en Roma. El Papa de entonces, Pío XI, dijo: ‘no, querría sólo medio kilómetro cuadrado para garantizar la independencia de la Iglesia’. Este principio vale todavía. Sí, los bienes inmobiliarios de la Iglesia son muchos, pero los usamos para mantener las estructuras de la Iglesia y para mantener muchas obras que se hacen en los países necesitados: hospitales, escuelas. Ayer por ejemplo he pedido enviar al Congo 50.000 euros para construir tres escuelas en países pobres, la educación es una cosa importante para los niños. Fui a la administración competente, hice esta petición y el dinero ha sido enviado”.
Hablemos de Holanda. ¿Usted ha estado alguna vez en nuestro país?
“Sí, una vez cuando fui superior provincial de los jesuitas de Argentina. Estaba de paso en el transcurso de un viaje. Estuve en Wijchen, porque allí tenían el noviciado, y estuve también en Ámsterdam un día y medio, donde visité una casa de los jesuitas. De la vida cultural no vi nada porque no tuve tiempo”.
Por eso podría ser una buena idea si los sin techo de Holanda le invitasen a una visita a nuestro país. ¿Qué piensa, Santo Padre?
“Las puertas no están cerradas a esta posibilidad”.
Así, cuando haya una petición como esta, ¿usted la tomará en consideración?
“La considero. Y ahora que Holanda tiene una reina argentina (ríe), a lo mejor”.
¿Tiene quizás un mensaje especial para los sin techo de nuestro país?
“No conozco bien las particularidades de los sin techo de Holanda. Querría decir que Holanda es un país desarrollado con muchas posibilidades. Yo pediría a los sin techo holandeses continuar luchando por las tres ‘t’”.
Al final, también Marc hace algunas preguntas. Quiere saber, entre otras cosas, si el Papa de pequeño soñaba ya con ser Papa. El Santo Padre responde con un resuelto ‘No’.
“Pero haré una confidencia. Cuando era pequeño no existían los negocios donde se vendían las cosas. En lugar de ellos existía el mercado donde se encontraba el carnicero, el frutero, etc. Yo iba con mi madre y mi abuela para hacer la compra. Era pequeñito, tenía cuatro años. Y una vez me preguntaron: ‘¿Qué te gustaría ser de mayor?’ Y dije: ¡Carnicero!”.
Para muchos hasta el 13 de marzo de 2013 (día en que fue elegido Papa) usted era un desconocido. De un momento a otro se convirtió en famoso en todo el mundo. ¿Cómo vivió esta experiencia?
“Llegó y no lo esperaba. No perdí la paz. Y esto es una gracia de Dios. No pienso tanto en el hecho de que soy famoso. Me digo a mí mismo: ‘ahora tengo un puesto importante, pero en diez años ninguno me conocerá más’ (se ríe). Sabe, hay dos tipos de fama: la fama de los ‘grandes’ que han hecho grandes cosas, como Madame Curie (una famosa física, matemática y química polaca), y la fama de los vanidosos. Esta última fama es como una pompa de jabón”.
Usted dice ‘ahora estoy aquí y debo hacer lo mejor’ y ¿continuará este trabajo hasta cuando no esté en condiciones?
“Si”.
Santo Padre, ¿se puede imaginar un mundo sin pobres?
“Yo querría un mundo sin pobres. Debemos luchar por esto. Pero yo soy un creyente y sé que el pecado está siempre dentro de nosotros. Y la codicia humana existe siempre, la falta de solidaridad, el egoísmo que crea los pobres. Por eso me parece un poco difícil imaginar un mundo sin pobres. Si usted piensa en los niños explotados por el trabajo esclavo, o en los niños explotados por abuso sexual. Y otra forma de explotación: asesinar a los niños para sacarles los órganos, el tráfico de órganos. Asesinar a los niños para quitarles los órganos es codicia. Por eso no sé si lograremos este mundo sin pobres, porque el pecado existe siempre y nos lleva al egoísmo. Pero debemos luchar, siempre, siempre”.