DECLARACIÓN FINAL DEL V ENCUENTRO MUNDIAL DE MOVIMIENTOS POPULARES
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Organizar la esperanza con una alianza frente a la exclusión

Reunidos en Roma, del 22 al 24 de octubre de 2025, en nuestro V Encuentro Mundial celebrado en Spin Time Labs, -una comunidad organizada donde se hace realidad la solidaridad y la esperanza para quienes el sistema descarta–, nos reconocemos como pueblos en camino, cargados de vida solidaria y fraterna, pero también constatando los sufrimientos que viven nuestros hermanos y hermanas en las periferias de este planeta y el dolor que atravesamos en un tiempo aciago que nos desafía e interpela.

Queremos compartir con el mundo este mensaje, fruto de un proceso colectivo que iniciamos en 2014, con el papa Francisco, para fortalecer el diálogo entre la Iglesia y los movimientos populares, en el que testificamos con enorme claridad la necesidad de tierra, techo y trabajo para todas las personas, como base de la justicia social.

En el actual contexto de desigualdad creciente y profundos cambios que vivimos, constatamos nuevos desafíos que no nos dejan indiferentes y que, como humanidad, necesitamos transformar para que todas las personas puedan vivir en plena dignidad.

Estamos viviendo en un mundo fracturado, herido por la violencia, la injusticia y el desprecio a la dignidad humana.

Los signos de los tiempos nos confrontan con crudeza. Hoy existen más de 50 conflictos armados activos en el mundo, el mayor número registrado desde la Segunda Guerra Mundial, que siembran muerte y desolación. En tan solo 23 meses de guerra en Palestina, más de 20.000 niños y niñas han perdido la vida.

Las desigualdades económicas se agravan sin cesar: el 1% más rico de la población mundial acumula más riqueza que el 99% restante, concentrando un poder que influye en las decisiones políticas globales, relegando a los más vulnerables y vulnerando la dignidad inalienable de cada persona.

La precariedad laboral se agrava a nivel mundial, con una informalidad que ya afecta al 60% de los trabajadores y trabajadoras, llegando hasta un alarmante 80% en algunos países. Esto significa que la gran mayoría de la humanidad trabaja sin derechos básicos ni protección social. 

No se trata solo de un problema residual, sino de un proceso activo de precarización impulsado por el sistema económico, que genera una marginación masiva del mundo del trabajo formal. Frente a esta realidad, millones de personas no se resignan, sino que se inventan su propio trabajo desde los márgenes para poder sobrevivir: cartoneros, vendedores ambulantes, trabajadores de la tierra, trabajadoras de cuidado comunitario, trabajadores textiles, entre tantos otros. Sin embargo, aunque generan comunidad y sostienen la vida, los trabajadores y las trabajadoras de la economía popular continúan sin acceso a derechos fundamentales. 

El desempleo, las condiciones precarias, la siniestralidad, las enfermedades laborales, y los salarios de miseria no son fenómenos aislados, sino distintas caras de esta misma moneda de vulneración y negación del derecho al trabajo digno.

En 2024, más de 2.500 migrantes murieron o desaparecieron intentando cruzar el Mediterráneo hacia Europa, huyendo de la guerra, el hambre y la desesperanza. Sin embargo, en lugar de hospitalidad, de acoger y cuidar, encontramos un crecimiento alarmante del odio hacia los más pobres. Las autoridades europeas continúan criminalizando el rescate en el mar, llevado a cabo por los barcos de la sociedad civil organizados en la Civil Fleet (red de organizaciones sociales y embarcaciones de rescate). La criminalización de la solidaridad es un rasgo distintivo de la inhumanidad que mantiene al mundo como rehén.

A esta tragedia se suma la de millones de personas sin hogar, que carecen de un techo bajo el que poder refugiarse.

Los incendios anuales de millones de hectáreas de bosques, la contaminación de las aguas, la explotación extractiva y la urgencia de reparar el daño medioambiental causado por un modelo depredador, así como la llamada transición energética que no respeta las tierras de los pueblos, ni con la sobreexplotación de los minerales necesarios para la nueva tecnología y el armamentismo. Este modelo depredador no solo afecta al planeta, sino que también perpetúa la violencia de género, causando sufrimiento y muerte a miles de mujeres.

Por otro lado, se intensifica la criminalización de la pobreza y de los líderes sociales. 

Reclamamos también el derecho universal a la salud y a los cuidados médicos como condición indispensable para una vida digna.

Los movimientos populares tenemos mártires: hermanos y hermanas que han dado su vida por su coherencia militante y su lucha por la justicia, la tierra, el techo y el trabajo, así como muchos perseguidos y encarcelados por defender la dignidad de quienes son excluidos.

Sin embargo, en medio de estas sombras, no estamos solos. El papa Francisco nos acompañó con su testimonio profético, cuyo llamado a una Iglesia en salida, samaritana y misericordiosa nos alentó en nuestro caminar. Ahora, el papa León XIV nos ha asegurado que está con nosotros, animándonos a perseverar en la misión de llevar la esperanza a las periferias.

Próximos pasos: lo que proponemos al concluir el V Encuentro Mundial de Movimientos Populares

El papa León XIV, en su mensaje al Encuentro, nos animó a reflexionar sobre las “cosas nuevas” que se nos invita a hacer con y para quienes viven en las periferias de nuestras comunidades:

“Las cosas nuevas que se ven desde la periferia y vuestro esfuerzo, que no se limita a protestar, sino que también busca soluciones”, dijo el papa León XIV.

¿Cuáles son esas cosas, las nuevas estrategias y herramientas que debemos considerar y que nos ayudarán a fortalecer nuestros movimientos populares, a profundizar nuestro vínculo con la Iglesia, a satisfacer las necesidades materiales de nuestros compañeros y compañeras en las periferias y a renovar la faz de la tierra?

  1. Comprometernos con acciones estructurales, económicas y políticas que nos unan

Propuestas para el desarrollo humano integral que identificamos esta semana dentro de los pilares de Tierra, Techo y Trabajo:

  • Derecho al trabajo digno y seguro: reconocimiento de las actividades que realizan las personas trabajadoras en condiciones de precarización absoluta, garantizando su seguridad y su salud en el trabajo.
  • Derechos laborales y sociales universales: impulsar el salario básico universal como reconocimiento al trabajo no remunerado y como garantía de subsistencia; promover la reducción de la jornada laboral para redistribuir el trabajo y mejorar la vida. Luchar por el acceso universal a la educación y la salud pública de calidad.
  • Paz con justicia social: denunciar y rechazar activamente las guerras y genocidios, que siempre golpean con más fuerza a los pueblos empobrecidos, y promover la resolución pacífica de los conflictos.
  • Soberanía económica: luchar por la cancelación de las deudas externas ilegítimas que ahogan a nuestros países y condicionan las políticas públicas en favor del pueblo.
  • Igualdad de género: combatir activamente la violencia machista y todas las formas de opresión contra las mujeres y diversidades, promoviendo su protagonismo en nuestras organizaciones y en la sociedad.
  • Democracia popular: fortalecer la participación y el poder popular para disputar las decisiones a las élites económicas y financieras que hoy secuestran la democracia.
  • Derechos migrantes: defender la plena ciudadanía y los derechos de las personas migrantes y refugiadas, combatiendo el odio al pobre, la xenofobia y las políticas represivas.
  • Justicia ecológica y soberanía sobre los bienes comunes: enfrentar la crisis climática desde la perspectiva de los pueblos, rechazando el modelo extractivista y las falsas soluciones que mercantilizan la naturaleza, y defendiendo nuestros territorios.
  1. Fortalecer nuestras plataformas como movimientos populares e Iglesia

Sabemos que nuestros movimientos solo podrán avanzar si superamos el aislamiento y la fragmentación. No basta con fortalecer nuestras propias comunidades u organizaciones: necesitamos tejer alianzas más amplias, redes de redes, que articulen lo local con lo global. Solo una comunidad verdaderamente organizada puede sostener procesos de transformación duraderos y una solidaridad que no deje a nadie atrás. 

También proponemos llevar a nuestras comunidades locales, ciudades y regiones la articulación de la plataforma que hemos desarrollado aquí en Roma, junto con el mensaje del papa León XIV, a las Iglesias y diócesis locales. Queremos promover nuevas formas de presencia y testimonio, que ayuden a despertar la conciencia de amplios sectores de nuestros países e inspiren a más personas.

Afirmamos la necesidad de renovar nuestra alianza mundial, tejida desde cada territorio y experiencia local, entre movimientos organizados, la sociedad civil, la Iglesia católica y todas las tradiciones religiosas que comparten el sueño de un mundo centrado en la persona y su dignidad y no en el lucro. Una alianza capaz de unir a hombres y mujeres de buena voluntad para construir una humanidad basada en la fraternidad, la igualdad y la justicia, donde la paz y la justicia se besen.

  1. Diseñar nuevas estrategias de políticas públicas

Proponemos desarrollar estrategias que partan siempre de la base: que comiencen con las necesidades, las historias y las realidades locales, y que luego den lugar a campañas regionales y nacionales capaces de influir en las estructuras y los sistemas inhumanos.

Lo que se necesita especialmente en este momento es involucrar a nuestras comunidades, tanto pequeñas como grandes, que actúen de manera coherente en nuestros pueblos y ciudades, acercándose al daño que se causa a las personas vulnerables. Esto debe suceder de manera continua y coherente, manifestando una solidaridad cada vez más profunda.

Esas acciones locales deben entrelazarse en manifestaciones coordinadas de solidaridad a nivel regional, nacional e internacional.

  1. Globalizar la lucha de los movimientos populares y fortalecer nuestra capacidad comunicativa y reforzar la unidad

Necesitamos imponer nuestra voz y visibilizar las realidades de las periferias, rompiendo el cerco mediático que nos invisibiliza o estigmatiza. Nuestra fuerza reside en la organización, pero para lograr las transformaciones que exige este tiempo, debemos ampliar nuestra base social y sumar a más sectores a la lucha por Tierra, Techo y Trabajo.

Proponemos desarrollar nuevas vías de participación y puntos de acceso para que más personas se involucren en nuestros movimientos. También necesitamos estrategias de comunicación que ayuden a formar actitudes y creencias basadas en valores como la solidaridad y el cuidado de nuestra Casa Común. 

Asumimos el desafío de implementar una estrategia de cambio narrativo que confronte los discursos de odio y resignación, afirmando quiénes somos, a quiénes representamos y por qué luchamos, conectando con los valores y aspiraciones profundas de nuestros pueblos.

Asimismo, debemos orientar el desarrollo tecnológico para que impulse el desarrollo humano e integral de nuestras comunidades, y no los intereses del capital financiero y especulativo. Ocuparemos activamente el espacio digital, utilizando la tecnología, los datos y las herramientas virtuales no solo para difundir nuestro mensaje, sino fundamentalmente para fortalecer la organización, la movilización y la participación de nuestra base social, articulando la acción en línea con la lucha territorial.

Agradecemos profundamente las palabras del papa León XIV: “¡Estoy con ustedes!”, un apoyo de enorme valor para caminar juntos, Iglesia universal y local, en las estrategias de no violencia activa que desarrollamos como denuncia y acción profética contra la exclusión y la inhumanidad.

Spin Time, 24 de octubre de 2025